Yuval Noah Harari es un historiador israelí que se ha convertido en el intelectual del momento. Saltó a la fama en 2013 cuando se publicó su libro Sapiens. De animales de dioses. Breve historia de la humanidad, que rápidamente se convirtió en uno de los bestsellers más importantes de los últimos años.

No es el típico libro de historia ya que no narra procesos que sigan un orden lineal, sino que busca concatenar la historia de humanidad desde hace varias decenas de miles de años, donde los primeros homínidos comenzaron a agruparse en cazadores-recolectores y comenzaron a desarrollar eso que llamamos “cultura”, hasta los comienzos del siglo XXI, en donde nos encontramos ahora.

Harari destaca tres grandes “revoluciones” en la historia de la humanidad:

  • La revolución cognitiva: que se daría hace cientos de milenios en donde estos primeros homínidos descendientes de un antepasado común de la especie de los primates comenzó a imaginar ficciones. Estas ficciones, que en un principio se manifestaron en clave de mitos, de animismo, etc., ha pasado a ser la argamasa sobre la cual se sostiene nuestra cultura y los sistemas filosóficos, políticos, económicos, morales y religiosos que hemos desarrollado para poder construir nuestra civilización. Básicamente, si los humanos no creyéramos en ficciones colectivas como el dinero y el Estado, no pudiéramos cooperar para erigir imperios.

 

  • La revolución agrícola: hace más o menos 10 mil años, los cazadores recolectores se volvieron sedentarios y descubrieron, mediante un proceso de ensayo y error, la capacidad de domesticar especies vegetales y animales. Es decir, descubrieron la agricultura y la ganadería y, a partir de allí y para siempre, nuestra historia como especie cambió. Por un lado, pudimos sostener grandes contingentes de seres humanos que nos permitió complejizar cada vez más el orden social y construir imperios políticos y económicos; pero por otro lado, aparecieron varios flagelos, que serían el costo de vivir civilizadamente: las grandes epidemias, aumentó la jornada laboral, nuestra dieta se volvió monótona, comenzamos a influir negativamente en la naturaleza y el ambiente y se acentuó el dominio del hombre sobre la mujer.

 

  • La revolución tecnológica: por varios milenios que siguieron a la revolución agrícola, la composición demográfica, social, política y económica, no varió mucho entre los sapiens, hasta que hace apenas cuatro siglos comenzó a haber una unión entre investigación, ciencia y técnica con la producción económica de bienes y servicios y el hombre fue capaz de hacer surgir la industrialización, que a su vez también se imbricó con la política imperialista. Sobre este punto, el autor refiere que si bien los imperios han borrado las diferencias de la faz de la tierra y las particularidades y costumbres de cada pueblo hoy sucumben cada vez más a un proceso de globalización y homogenización; los imperios también traen adelantos tecnológicos y científicos que coadyuvan al progreso de la humanidad.

 

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